El 90% de los países desarrollados permiten la reelección indefinida de su jefe de gobierno, y nadie se sorprende. Pero cuando un país pequeño y pobre como El Salvador intenta hacer lo mismo, de repente es el fin de la democracia. Por supuesto, se apresuran a señalar que "un sistema parlamentario no es lo mismo que uno presidencial", como si esa tecnicidad justificara el doble rasero. Pero seamos honestos, eso es solo un pretexto. Porque si El Salvador se declarara una monarquía parlamentaria con las mismas reglas que el Reino Unido, España o Dinamarca, aún así no lo apoyarían. De hecho, se volverían locos si eso sucediera. ¿Por qué? Porque el problema no es el sistema, es el hecho de que un país pobre se atreve a actuar como uno soberano. No se supone que hagas lo que ellos hacen. Se supone que hagas lo que te dicen. Y se espera que te mantengas en tu carril.
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