La decisión del gabinete de #Líbano de ayer de reafirmar el monopolio del Estado sobre el uso de la fuerza marca un punto de inflexión crítico. Durante más de una década, la economía libanesa ha estado secuestrada por la erosión de la autoridad del Estado y la fragmentación del poder. Las consecuencias han sido de gran alcance: 1. Un sector productivo débil y en dificultades, paralizado por la inestabilidad crónica y la falta de gobernanza basada en reglas. 2. Mínima inversión privada y casi cero inversión extranjera directa, ahuyentadas por la incertidumbre y los centros de poder en competencia. 3. Una fuga de cerebros paralizante en busca de seguridad, dignidad y oportunidades. 4. Incapacidad para recaudar fondos internacionales para la reconstrucción, con socios globales reacios a invertir en un Estado que no controla su propia toma de decisiones. 5. Finanzas públicas tensas y frágiles, con un gobierno que es cada vez más incapaz de mantener los servicios básicos y el gasto esencial. La reforma y la recuperación económica comienzan con la legitimidad soberana.
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