En 1958, el inventor alemán Artur Fischer transformó la construcción para siempre con la creación del taco de plástico, una herramienta engañosamente simple que permitía que los tornillos se sujetaran firmemente en el hormigón, ladrillo y paneles de yeso. Esta humilde invención revolucionó tanto el bricolaje como la construcción profesional, ganando a Fischer más de 1,100 patentes y un lugar entre los inventores más prolíficos del siglo XX.
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